Mi ginecólogo da consulta en una
clínica privada muy reconocida en la ciudad condal, en la parte alta de la ciudad. Hay que decirlo en alto: el hombre es un Rock-Star. Como el buen pro que es, su consultorio esta siempre lleno y para sacar cita con él hay que ser paciente
y saber que no te la darán hasta pasadas varias semanas, pero lo repito, su consulta lo vale. Tras mi test de embarazo saqué cita con él, pero no
podía esperar un mes para saber si las miles de imprudencias y burradas cometidas
por el desconocimiento de mi embarazo no habían afectado a mi Narcitas. Para
evitar cometer nuevos descuidos por mi calidad de novata, saqué la cita con el
buenazo de mi gine al mes siguiente y pedí una consulta adicional con algún otro miembro
de su equipo a la brevedad posible. Hombre, a fin de cuentas era la misma
clínica con caché y seguramente el equipo debía ser tan excelente como mi buen
doctor.
Gente, aprendan: eso de que el que anda
con lobos aprende aullar parece no aplicar para los aspectos positivos. Me ha
tocado cita con una ginecóloga que ciertamente no aprobó sus cursos de empatía
con el paciente. Y vista la consulta, me atrevo a decir que profesionalmente también
dejaba que desear.
Llegamos como dos buenos primerizos, con
sonrisitas de tontos antes de solar nuestra razón de estar ahí: -me he hecho un
test de embarazo y ha salido positivo-
Más seca que una pasa, la mujer
responde: - ¿Y a que has venido?-
¡¿Perdón?! – Pausa para tratar de reinterpretar
sus palabras , me pregunto si realmente me ha preguntado: "¿y a que has venido?"
Me muerdo la lengua para no ser grosera (todavía
tengo mis formas latinas) y no le suelto lo que me viene a la cabeza. O sea: ¿uno
hace pis en un palito, te sale que tienes un humanito en la panza y la reacción
normal es que esperes nueve meses hasta que empieces a parir para ir al médico?
¿O cómo? Después de explicarle que lo más sensato, a mi parecer, visto el
resultado del test era visitar al médico, con pocas ganas me preguntó sobre mi
regla, resultó que tenía ya casi cuatro semanas de embarazo. Me invito a irme y a volver
con mi ginecólogo de cabecera
-Es demasiado pronto, no es seguro que legue a término.
Vuelve después.
¡Por Dios! Como le dice eso a una primeriza. Ni análisis de
sangre, ni recomendaciones, ni vitaminas, ni nada y además un igual y tu bebé no será “viable”.
A veces el tema de la empatía se
malentiende por temas culturales, en España la gente habla más directo y con
menos flores que los latinos y a muchos de nosotros eso a veces les puede parecer
grosero. Las primeras veces que mi familia o amigos me visitaban, en los
restaurantes era típico que la forma en que los meseros nos atendían no se
parecía en nada a las atenciones con las que los meseros mexicanos atienden a
sus clientes ¡Pero que groseros! ¿Nos tratan así por racistas? Ya tenía que
explicarles yo que aquí no se da mucho esa servidumbre sumisa que heredamos de
la conquista, que no debían esperar que el mesero viniera a limpiar el cenicero con cada colillla, ni que respondiera con un “como usted mande” o “en que le puedo servir”. Pero con un
poco de tiempo, al final del servicio se termina hasta en plan de echarse
el chiste con algunos camareros españoles.
Aun mermando estas diferencias, lo de la ginecóloga traspasaba el
tema cultural, era una grosera y punto. No pude distinguir si su acento era
argentino o uruguayo, pero española no era. El colmo: era, como yo, latina.
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