El
humor inglés es duro de comprender. En su forma más negra, me puede gustar
bastante. También en el sarcasmo o en la crítica social, soy fan incondicional de
Borat y Bruno. Pero debo decir que en su
forma más popular y simplona, estilo Mr Bean, me indigesta. Es que sencillamente
me parece imposible encontrarse jamás con las situaciones tan extremadamente lerdas
caricaturizadas por gente tan torpe, mal suertuda, o tan pero tan salada (como
dirían en mi pueblo) que es humanamente imposible.
Eso
creía.
No
obstante mi primera visita a la Comadrona de la seguridad pública me hizo una beliver:
sí existen personajes del estilo Mr. Bean en la vida real, que se mezclan e interactúan
con el común de los humanos día a día.
Para
muchas de mis paisanas, el tema de la comadrona debe ser poco común. En México,
el ginecólogo es el director de orquesta, a quien confiamos de lleno nuestro
embarazo, punto final. La idea de una comadrona – partera- a mí me sonaba como
a cosa de antaño, mi abuela parió con una partera y todas sus hermanas y
conocidas también. Pero a partir de la generación de mi mamá, mis tías, primas
y demás mujeres madres en mi entorno habían parido con un ginecólogo, con el
buen y omnipotente Señor Doitor.
En España en cambio la partera tiene un rol
equitativo al ginecólogo, las mujeres confían de lleno su embarazo en estas
sabias mujeres que han dedicado su vida al maravilloso arte de ayudar a concebir,
gestar, nacer. De las pocas mujeres españolas que conozco o mejor dicho, de sus
maridos (trabajo rodeada de hombres, los consejos me vienes de los esposos de
alguien) todos alaban la labor de las
comadronas con un cariño casi familiar. Del ginecólogo se habla muy poco.
Tengo
asistencia privada, por lo que me trato en una importante clínica privada de la
zona alta de la ciudad y honestamente con mi ginecólogo el Rock Star Paco me he
sentido siempre en confianza y muy segura. Pero tan buenas referencias tenía de
estas sabias mujeres que me acerqué a mi centro de salud para conocer a mi
matrona asignada.
En
España el rol de la matrona es una profesión que se respeta, se asocia con
mujeres que no realizan simplemente una práctica profesional en medicina, si no
que acompañan muy de cerca a la mujer embarazada a lo largo de todo el camino:
consejeras, psicólogas, escuchas, amigas.
Mujeres que entienden a la mujer y humanizan el embarazo.
Así que
saqué cita. En esa ocasión mi Wero estaba de viaje, y me alegro, porque su
tolerancia germana no hubiera dado para tanto. Así que le tocó a mi mami
acompañarme a conocer, por fin, a mi matrona. Tras una larga expectación en la
sala de esperas, por fin una mujer bajita, mayor, rechonchita con lentes de
pasta (¡sin clichés!) abrió la puerta y rebuscando entre un montón de tarjetas mal
acomodadas que llevaba entre las manos, finalmente leyó un nombre en voz alta.
En la sala solo estábamos dos personas y nadie respondió al nombre. Silencio. - Ay, no, no estas no son- Cerró la puerta
tras de ella, la volvió abrir con un paquete nuevo de tarjetas rebuscadas, por fin dijo mi nombre.
Toda la
consulta fue en la misma línea: despiste tras despiste. La mujer era amable y simpática, pero se le
veía perdida en todo momento. Tecleaba en la computadora a la misma velocidad
con que mi mami lo hace: usando únicamente dos dedos. Llenar mi ficha de
embarazada llevó mucho tiempo. Entre las muchas preguntas, salió mi
nacionalidad
- -¿Eres mexicana? ¿Son mexicanas? - Miró a mi madre
- -Si - mi mamá respondió con monosílabos,
señal que la mujer le estaba ya haciendo perder la paciencia
- -Es que no parecen, porque todos los mexicanos son muy morenos y
bajitos –
Yo casi
suelto la carcajada, he vivido en muchos países y no era la primera vez que
alguien me cuestionaba por no encajar en la caricatura de los mexicanos.
- Pues somos totalmente mexicanas y en México somos mestizos – el tono
de mi mamá ya no sonaba al de una cordial y melodiosa latina
- - Ah pero en las película no son así
–
La mujer, con cero malicia y sin darse cuenta de la magnitud de sus afirmaciones, siguió indagando en clichés escabrosos: qué si éramos muy creyentes, porque claro, todos los
mexicanos somos extremadamente católicos, etc, etc, etc.
Finalizó por supuesto con la cereza en el pastel: -Tu esposo es alemán ¡entonces tu hijo sí
que será guapo!- Hasta se lo tomé con
cariño, no había caído en la cuenta: gracias a dios que los genes germanos
salvarán a mi hijo de ser un chaparro prieto.
No se
lo dije, pero mi hijo tiene grandes posibilidades de ser muy moreno, y eso lo hará ser guapísimo, tiene genética a tutipleni para ser hermos@: ¡mi
cabezonit@ German@ mexican@!
La hora
se fue entre despistes, papeles perdidos, folios caídos. Las situaciones más
ridículamente imposibles de las comedias simplonas sí suceden. ¿Recuerdan al Dr. Kosevich que interpretaba Robbin
Williams en Nueve meses? Pues era el primo hermano de esta mujer.
Finalmente
terminamos mi ficha y la matrona empezó a imprimir un tocho de papeles y más
papeles. Cuando por fin leyó la primera hoja satisfecha:
- - Bueno Raquel, ya estamos, revisa tu dirección-
- -¿Raquel? No soy Raquel-
- -¡Madre mía, a quien le he completado la ficha!-
Sobra
decir que salí convencida de que el señor Doitor es lo mío: me quedo con mi
Paco el Rock Star y me dejo de experimentos. A ver si para el siguiente
embarazo me toca experimentar por fin el acompañamiento de una señora
comadrona.
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