Su
autor es el Dr. Thomas R. Verny, psiquiatra, escritor y profesor universitario,
fundador de la Asociación norteamericana de Psicología Prenatal y Perinatal. A
diferencia de lo que muchas teorías plantean, el Dr. Verny hace un análisis con
base en experiencias de sus pacientes y experimentos propios o de colegas en la
materia, sobre la importancia de las experiencias uterinas en el carácter del
individuo.
Basándose
en la idea de que el útero es el primer enfrentamiento del ser a la realidad,
todos los estímulos que reciba en dicha etapa forjarán en mayor o en menor
manera los primeros trazos de su carácter. De ahí la importancia de que la
madre, que es la portadora de ese pequeño universo, tome en cuenta que cada uno
de los mensajes que el niño recibe están pautados por sus vivencias mismas
durante el embarazo: sus miedos, sus alegrías, sus preocupaciones. Esto no
quiere decir que si una madre por desconocimiento o por los muchos incidentes
inesperados del día a día pueda arruinar el futuro brillante de su hijo al
sentir temor. No por tirarse una pelea titánica con el marido o por no cantarle
canciones de cuna o cuentos a su pancita
durante el embarazo el niño va a salir un Charles Manson. No, no es así de
radical y los errores del embarazo pueden corregirse. De hecho, el Dr. Verny dedica un apartado a
hablar de la importancia del nacimiento y los primeros años para guiar el
carácter.
Pero la
idea principal es clara: hacer hincapié en los muchos beneficios que puede
traerle a nuestros niños el que les hagamos sentir como los seres humanos que
ya son desde su estancia en nuestro vientre. Creo que embarazo es una etapa que
te hace tomar una conciencia más amplia del ser, el mero hecho de pensar que mi
cuerpo es capaz de alojar una vida me eriza la piel. Pensar que aunque por
fuera mi aspecto es exactamente el mismo, pero dentro de mi tengo un ser que
dese la semana ocho tiene ya ondas cerebrales, que a los tres meses tiene ya
una actividad mental y que a partir del sexto mes tiene pautas de memoria te
hace pensar que la responsabilidad de madre empieza desde el minuto uno de la
concepción.
Más allá que únicamente coexistir en el útero
A lo
largo del libro, con las experiencias del Dr. Verny y sus pacientes sus teorías
se van reforzando para hacernos ver qué hay muy buenas razones para defender la
postura de que el niño en el útero no es simplemente un ser viviente, que
respira, se alimenta, crece como una planta. El niño en el útero vive,
experimenta, siente. A muchos les pude parecer risible, considerando que hasta
hace algunas décadas se creía que el niño no tenía conciencia ni inteligencia
antes de los dos años. Pero los impresionantes testimonios del libro no dejan
lugar a duda: el ser que llevas en el útero no es simplemente células
multiplicándose. Es mágico.
Me
impresionó mucho el caso de un pianista que creyó tener una habilidad especial
al poder tocar una melodía que le atraía especialmente sin conocer la partitura
y resultó ser que era precisamente esa canción la que su madre, violonchelista,
había tenido que practicar durante su periodo de embarazo. No es el único caso,
lo que nos hace pensar que no pueden ser un cumulo de casualidades, hay algún
tipo de memoria inconsciente que arrastramos de nuestros días uterinos.
La
importancia del padre
El
libro también toca los beneficios para el desarrollo del niño que el Dr. Verny
pudo percibir en aquellos niños donde el padre había jugado un rol relevante a
lo largo del embarazo o tras el nacimiento. Las embarazadas con parejas
protectoras, amorosas, verdaderos compañeros presentan estados más saludables
de aceptación, felicidad, bienestar que se traslada al bebe en el útero.
También se habla de las ventajas que presentan los niños cuyos padres se
involucraron tras el nacimiento. Es decir, el padre no es un elemento accesorio
en la vida de nuestro bebé, es, y debe ser un actor igual de relevante que la madre.
El
vinculo
Creo
que este es el tema que más me ha marcado del libro. Las experiencias y casos
en donde se habla de la creación de ese “algo” entre la gente, esa fuerza que
va más allá del mero lazo de sangre o el instinto animal. El lazo entre madres
e hijo como pilar indispensable en la
formación de un individuo, la influencia
en su seguridad, su capacidad, su manera de enfrentarse a nuevos retos. El vínculo puede o no darse entre padres e
hijos, e incluso se puede dar entre individuos que influyan nuestras vidas en
nuestros primeros años de vida. Pero sin duda, es en esos primeros años donde
lo forjaremos y de dónde más nos beneficiaremos. Me ha parecido tan interesante
que dedicaré una entrada únicamente al Vínculo.
El
debate está servido
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