lunes, 22 de diciembre de 2014

Un ratito para dar

Aunque ser ciudadanos involucrados y solidarios debería ser un ejercicio que lleváramos a cabo los doce meses del año, la realidad, en mi caso, es que el día a día me supera, pasó demasiado tiempo en el trabajo: oficina, viajes, eventos, etc. Y lo que queda es tiempo egoísta de poco reflexionar: tiempo para mí, para mi pareja, para mi casa, para mi familia. A veces voy recordando todas las cosas buenas por las que me debo sentir agradecida con el mundo y entonces me concentro en lanzar mucha buena vibra en algo o alguien. Pero objetivamente, soy consciente de que podría hacer mucho más, siempre se puede buscar tiempo y en nuestros días as redes sociales nos ponen la ayuda solidaria tan a la mano, que de verdad, no hay pretexto que valga para no ayudar. Y aun así, paso un año más sin que hiciera nada.

En 2014 he recibido tantas bendiciones que hacer una oración y dar las gracias no me parecía suficiente. Tampoco voy a decir que me siento la madre Teresa, pero al final ha resultado tan fácil poner un granito de arena y me he sentido tan, pero tan reconfortada que no podía dejar de recomendárselos en este post.

Me propuse como ejercicio, tener algún detalle solidario con cada vela de adviento. Y lo repito, las redes sociales nos facilitan tanto el poder aportar que no hay excusa para no hacerlo. Desde ayudas tan simples como abonar dinero en una cuenta, hasta acciones que permiten involucrarse más como difundir activamente mensajes de ayuda en asociaciones protectoras de animales o dar nuestra firma para apoyar peticiones solidarias. En las redes sociales se pueden encuentran opciones para dar tiempo (que es algo que me queda pendiente por hacer, una vez que mi Naricitas llegue al mundo) objetos o dinero.

Les enlisto las asociaciones que encontré yo, que permiten a la gente sentirse un poquito mejor consigo mismo por muy poco:

Hermanitas de los pobres: Asociación dedicada a la atención de personas mayores, ofreciendo espacios que promueven la actividad y participación. Se puede colaborar con tiempo, donaciones económicas o materiales. He aportado algunos alimentos que necesitaban para los centros: aceites, café, infusiones, leche.



Bona Voluntat en Acció: ONG de carácter social que trabaja para erradicar la pobreza, la marginación y la exclusión social en diferentes barrios basada en el voluntariado. Aquí también se puede colaborar con tiempo, donaciones económicas o materiales. Esta asociación me ha ayudado a cubrir mi propósito de dos velitas de adviento: he aportado ropa de invierno para niños de familias de la asociación y mi segunda aportación ha sido artículos de despensa para familias en necesidad.

Reyes Majos de Mi aportación: Miaportacion.org es una plataforma creada para comunicar y cubrir las pequeñas necesidades económicas, materiales y de voluntariado de personas en situación socio-económica desfavorable atendidas por entidades sociales, cada año organizan una campaña en donde buscan “Reyes Majos” que respondan a las cartas de personas adultas en situaciones desfavorables.


Esta última iniciativa me ha encantado, porque acerca a las personas y te hace conectar de alguna manera con la persona a la que darás un pequeño regalo. Al anotarte en la iniciativa, recibes una carta escrita por la persona que recibirá el regalo, pidiéndote su deseo, como una carta a los reyes magos. Me emocionó muchísimo recibir las cartas (mi Wero y mamá también se anotaron). Nos tocó un viejito que pedía una colonia fresca fresca, una viejita muy educada y emotiva que pidió una blusa y otra abuelita más que también quería una colonia. Hace mucha ilusión ir a comprar el regalo, envolverlo bonito y responder a la carta. Al final la experiencia es tan agradable que ni siquiera se siente como que hay una persona que aporta y otra que acoge: las dos partes reciben gratificación.

Me falta aún encontrar una acción más para la última velita ¡acepto propuestas!

En conclusión, si no se hace por altruismo, la solidaridad se puede practicar por el mero placer egoísta de que se está haciendo algo bien.


Sé que los propósitos de año nuevo son lo que menos se cumplen, pero quiero proponerme colaborar más en el 2015. A ver si escribiéndolo de manera pública me obliga al menos a no tirarlo en saco roto.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Ser o no ser Santa

En estos días decembrinos, apenas empieza a sentirse el frio y la cama calientita se vuelve el mejor plan de las mañanas de fin de semana, me entran unas ganas locas de escuchar villancicos. Durante la rutina de despertar, en el baño, en la cocina, preparándonos para salir o haciendo el desayuno, tengo una necesidad avasallante de escuchar a todo volumen el Borriquito Sabanero, Los peces en el río o Campana sobre campana. Mi Wero, que viene de la tierra de los susurros, donde la gente te mira asombrada en el transporte público cuando alzas la voz o los vecinos  se quejan por el sonido de tus tacones cuando sales por la mañana de casa a la oficina, pues no le sienta muy bien el tonito chillón de los niños cantores al ande, ande, andeeeee la mari morenaaaaa.  Tampoco entiende mucho mi manía de querer ir a buscar el árbol de navidad a un pueblo a una hora y media de Barcelona para conseguir un pino que llegue al techo ¡cómo debe ser! (No entiendo porque en esta ciudad solo venden arboles enanos). Y creo que nunca ha entendido muy bien porqué en mi familia es tradición comer chocolates hasta que duelan los dientes el 25 de diciembre.

A pesar de todo eso, los dos estamos completamente ilusionados por el hecho de que en breve, nos convertiremos en Santa (San Nicolás para él) y coincidimos en querer construir recuerdos mágicos en la memoria de nuestro hijo con estas fechas. Para él esperándolo con calendario de adviento de chocolate, para mí preparando todo un ritual de ruido y celebración que empieza en las posadas y termina el día de reyes. Los dos queremos que nuestro hijo crea.

Últimamente he leído muchos debates, sobre todo en blogs de crianza alternativa, donde se critica duramente el fomentar la mentira  de Santa y los reyes en nuestros niños. El argumento es bastante claro: nos esforzamos en inculcar a nuestros hijos la importancia de la honestidad y nosotros mismos les mentimos deliberadamente durante años y de forma recurrente: año con año la misma charada.  Justificándonos siempre bajo el, pues a mí me lo hicieron y salí bien.


Creo que una de las cosas que más deseamos los padres es que nuestros hijos sean personas felices y que con el tiempo sean capaces de proveerse ellos mismos esa felicidad. Por eso para mí, el “engañar” deliberadamente a mi hijo con Santa Claus, los reyes magos o el ratoncito de los dientes no es simplemente un ir con la corriente, o seguir la tendencia consumista, o un simple “a mí me lo hicieron y Salí bien”

Para mi darle a mi hijo la posibilidad de vivir esos momentos de felicidad total que mi mama, jugando su rol de santa me hizo vivir a mí, es un compromiso: una cadena irrompible. Esos minutos felices que mi mami y mi imaginación infantil me ayudaron a construir son trincheras de vida,  una guarida para resguardarse de las dificultades de la vida adulta. Esos momentos mágicos en la memoria son un escape, un refugio, un acceso sencillo a una sonrisa.
Todas la actividades alrededor de la llegada de Santa o lo reyes son recuerdos de felicidad absoluta, desde el momento de escribir la carta, mi mama planificando la salida para ir a cortar el árbol de navidad, ir juntas a comprar dulces para ir llenando el arcón navideños. La llegada de los primos, salir juntos a cantar La rama, pedir posada, quemar luces de bengala. Preámbulos que nos acercaban al momento cumbre. Las mariposas en el estómago la noche de la espera. La emoción a flor de piel al acercarse al árbol para ver si ya habían llegado los esperados visitantes. Los regalos en sí no son el recuerdo importante, es todo el rito alrededor todos los momentos felices previos a la llegada. Porque al final es eso, una práctica familiar que pasas de generación en generación y crea una tradición feliz. Un rito de pura felicidad.

Los mexicanos somos una cultura rica en folklore, tradiciones y creencias. Nuestra única e incomparable celebración de los muertos es uno de los ejemplos más claros. El día de muertos es una festividad que también me eriza la piel: el olor del incienso en el copal, el color del cempaxúchitl, los perfumes de los tamales, el pan de muerto, el anís, el chocolate. Dejar las velas encendidas sintiendo esa energía incierta en el aire, con la certeza de que es noche de apertura de portales, donde se respira la historia de nuestra herencia, de nuestros antepasados, de los seres queridos que no nos abandonan y a quienes nunca olvidamos.  Siendo racionales, podemos decir que vivimos pasando de generación en generación una sarta de mentiras y absurdos: ¿En qué fundamento racional basamos esa creencia de que el sabor de la comida del altar se va porque un familiar difunto ha venido a darse un festín durante la noche? Pues llámenme retrograda, pero me niego a ser racional y honesta  con mis hijos si eso implica negarles a vivir toda la magia que ha aderezado la vida de mi gente.

Ese amor a la vida, esa alegría, ese espíritu de fiesta nos hace tener una cultura más basta, más rica. Y eso es magia. Y la magia no es racional.

Yo deje de creer en Santa y en los reyes bastante crecidita, la fe es cosa que muchas veces ni uno mismo se explica. En la clase llegó el día en que de cincuenta niños, solo quedábamos tres creyentes. No me causaba grandes debates, era simple: si alguien no cree en algo no existe.  Por eso a todos esos compañeros míos que habían dejado de creer, los reyes y santa Claus les habían dejado de visitar.  Como yo sí creía, la magia seguía existiendo en mi casa.  Recuerdo conversaciones con esas dos niñas creyentes como yo, en la que nos argumentábamos nuestras razones para seguir creyendo, una de ellas juraba haber visto una huella de elefante en su jardín y de haberle escuchado con claridad. No sé qué habrían estado haciendo sus padres aquella noche para sonar como un elefante. Yo no creía que sus majestades recorrieran las calles de mi pueblo por la noche en animales de circo, ni me imaginaba a Santa aparcando a su tropa de renos en el techo de mi casa. Me imaginaba algo más fantástico, como los espíritus que nos visitan en todos los santos. Que se materializan por portales de energía paralelos, que viven bajo un espacio, tiempo diferente al nuestro. Cada quien tiene sus explicaciones propias.

La realidad es que los niños necesitan alimentar la imaginación, es incluso saludable. ¿Acaso al leer cuentos infantiles a los niños se convierte uno también en un burdo mentiroso? Porque está claro que el país de nunca jamás, el de las maravillas o donde viven los monstruos y los fantasmas de las navidades pasadas y futuras  no son reales.  ¿Debo entonces leerle a mi niño a Sartre, a Freud o en su defecto el periódico diario a la hora de dormir? ¿Acaso contándole cada noche las historias de guerra, crisis y violencia estará mejor preparado para la realidad adulta con la que tendrá que lidiar cada día en el futuro?

Reina Duarte profesora del máster de edición en la Universidad Pompeu Fabra, parte del órgano directivo del Consell Català del Llibre Infantil i Juvenil y de la Junta Directiva de la Asociación de Editores de Cataluña, defiende el papel de la magia en la infancia “Los cuentos les devuelven la infancia que se les está robando. Es increíble ver cómo recuperan la sonrisa y entran fácilmente en el mundo mágico, ya sea a través de la transmisión oral o leyendo”. Los niños necesitan magia, porque es un elemento que les ayuda a hacer frente a la vida diaria de una manera más sencilla. La imaginación en la infancia les despierta y les desarrolla la creatividad.

Quiero hacer de mi hijo una persona inteligente capaz de sacar sus propias conclusiones, pero también quiero que sea un ser humano feliz. Humano, empático, creativo. Y creo que todo eso es cosecha de sembrar experiencias felices. Yo fui una niña muy feliz y la mentira de Santa Claus y los reyes siempre fueron razón de felicidad.

Quien sabe, a lo mejor las acciones pensadas en crear dicha se trabajan en dos direcciones. Dejé de creer una noche en que accidentalmente escuché a mi mamá conversando sobre el sitio dónde había comprado los juguetes que aquella navidad Santa había traído a mi hermano, para entonces ya tenía mis dudas profundas sobre el tema, así que el descubrimiento no fue un shock si no una confirmación. Mi mama y yo siempre hemos tenido una comunicación completamente abierta y a pesar de descubrir ese “engaño” no me sentí traicionada ni remotamente. Es más, es hasta ahora que leo los blogs des estas madres inquietas en que etiqueto el ritual de santa como una mentira.

Lo curioso es que yo tampoco fui honesta y me guardé aquel descubrimiento para mí. No quería desilusionar a mi mami haciéndola saber que había descubierto el secreto. Porque al final, ese ritual mágico que ella construía con tanto  empeño y dedicación para mi hermano y para mí, eran momentos de dicha para ella también. Entré en ese mundo adulto y me sentí madura y preparada para guardar el secreto y contribuir a la tradición, desde el lado de los mayores, ayudando a mi hermanito a seguir creyendo.

Y tras años de navidades sin magia mentirosa (navidades de adulto, sin niños en casa) por fin Santa y los reyes están a punto de regresar a mi vida. Y les espero con la ilusión con que les esperaba de niña. Me tocará ahora intentar hacer las navidades de mi hijo tan mágicas como mi mami hizo las mías.

Les dejo con artículo no de una mamá común y corriente como yo, sino de una Doctora en psicopatología        sobre el tema.




Cada quien saca sus conclusiones y elige en qué o en qué no creer, yo creo.

domingo, 7 de diciembre de 2014

El amor de una madre leona

En los últimos meses mi cuerpo ha experimentado en tiempo record un sinfín de cambios y sensaciones que, antes de estar embarazada, habría creído imposible que sucedieran en un lapso tan corto como son siete meses. Con excepción por supuesto de los engordamientos extremos, que ya me había tocado experimentar en tiempo record durante el año que viví en USA y engordé 20 kilos o mi primer invierno en Francia donde subí 10 (maldita sean las panaderías Paul). Dejando de lado la gordura: es todo un pack-combo de experiencias. Como oferta de mercado, con la caja de cambios hormonales te regalan el kilo de alteraciones físicas: vómitos matutinos, incremento de mis alergias, congestión nasal 24/7, dificultad para respirar. Y eso que yo he corrido con suerte porque me he librado de las migrañas, los mareos, los calambres (incluidos en los genitales), los dolores de pecho, la pérdida de diente, las estrías (de momento), el sangrado, la acidez. Con la excepción maldita de la intolerancia al chocolate que me acecha (¡Dios, cómo ha dolido!) no me puedo quejar, mi embarazo va estupendamente.

He aprendido que el embarazo es mucho más que los cambios físicos, hay algo gutural que ya vivía en ti y aflora. Un instinto no aprendido, innato, que se despierta. Un reflejo animal, una palpitación que hemos cargado por generaciones, una flama que se encendió cuando supiste vida crecía dentro de ti y que se aviva  con cada movimiento, cada patadita de tu niño en las entrañas. Es un nudo en la garganta al pensar esa vida maravillosa que depende del todo de ti: creas, nutres, alimentas. Y empatizas, con todas las mujeres que como tú han pasado por esto. Empezando por tu madre y por tu clan.

Mi tía Cuquis –así la llamaremos por protección a la intimidad- es muy activa en FB, frecuentemente escribe mensajes emotivos para la familia, de temas diversos, con múltiples dedicatorias y matices, y sobre todo con mucho amor.  Hace unos días me dedicó unas emotivísimas palabras que plasmaban a la perfección la magnitud de la experiencia de convertirse en mamá. Entre muchas otras cosas mencionaba precisamente ese hecho de admirar  y comprender como nunca antes a tu madre.

Y mi tía hizo una analogía que aunque suene gastada, comprendí mejor que nunca: el amor de una madre leona. Así ha sido el amor de las mujeres en mi familia para sus hijos. Cada una de ellas podrá tener un carácter disímil,  opiniones encontradas, pero como madres han sido todas  admirables.En algunos casos –el mío, por ejemplo- supliendo incluso y con creces la falta de empatía paterna. Mi mamá siempre ha sido madre, padre, hermana, amiga, todos los roles que he necesitado, en el momento justo los ha asumido. Mi mamá y sus hermanas tomaron su rol de madre (y de abuelas) como prioridad de vida, como razón de ser. Tal vez por eso mis primos y yo tenemos recuerdos de una infancia tan feliz, porque todos nos sentimos amados por un clan de mujeres madre que nos hacían sentir extraordinariamente especiales. El lazo tan entrañable que tengo con mi familia materna es resultado de ese clan de felinas que nos mantuvieron – y siguen manteniendo- resguardados al calor de su protección en la manada.

Y lo de leonas, se les da bastante bien, porque la ternura y carisma emanado en sus “yo normales” muta en una pasión apremiante cuando se trata de defender a sus cachorros.

Recuerdo un día de kermés en que jugaba con mis amigos en la calle, como todos los niños mexicanos en días de kermés, a rompernos cascarones de huevo en la cabeza. A los extranjeros la idea de este juego debe sonar horrorosamente brutal, pero créanme, es una de las cosas más divertidas de la infancia: rellenar cascarones de huevo vacíos con confeti, decorarlos y celebrar las fiestas patrias rompiéndolos en las cabezas, hombros o espalda de tus amigos. Siempre hay algún ojete que deja el huevo tal cual y que le arruina a alguien el día. Porque honestamente es de no tener madre tenerse que ir a cambiar a casa por estar bañado en clara y yema de huevo en un día tan divertido. Y luego están los huevos más cotizados: los huevos rellenos de harina. Encontrarlos entre la variedad de cascarones es un arte verdadero, hay que saber agitar el cascaron cerca del oído para detectar si el relleno suena a harina o a confeti, ser capaces de calcular a mano el peso - si son de harina serán más pesados-, saber detectar un deje de polvo blanco en la base del cascarón y ¡bingo!. La multitud de atavíos diversos no ayuda en la tarea, es difícil decir si un huevo disfrazado de mariachi pesa por el gorrito de papel terciopelo o distinguir si el ruido que escuchamos es el relleno de harina o la peluca de Adelita del decorado del cascarón. Hasta los más expertos  pueden equivocarse y terminar pagando por un huevo relleno de confeti común.



Pero estaba yo allí con mis de amigos ya no tan niños sino más bien púberos, un buen 15 de septiembre en plena batalla campal con un arsenal invaluable de cascarones rellenos de harina. Y todo era perfecto, corre que te alcanzo, ahí te voy, ya te di, me las pagarás. Aprentosito de mano en el relajo, el niño que más te molesta es el que más te gusta y todo ese lenguaje incompresible de la adolescencia.  Vamos, un día de kermes normal. 

Hasta que de una casa salió la típica mujer metiche de pueblo, señora de familia con hijas crecidas fuera de casa, sin marido, que vive asomada a la ventana para ver donde puede meter sus narices y conseguirse una vida. Era la ocasión perfecta para salir de la rutina, con un tono de espanto-asombro-molestia nos gritó: - ¡Oigan muchachos ¿pero qué hacen? escuchen!-

Mis amigos, como cualquier persona normal, huyeron corriendo entre empujones, risas y más cascarones con harina. Yo, que en ese entonces era bastante ñoña, obediente y bien portada, creí una falta de respeto huir y dejar hablando sola aquella señora. Me quedé a escucharla y me comí entero el regaño que no merecíamos, pero que por tonta me ganaba a pulso.

Cuando mi mamá se enteró que su hija, la estudiante de trayectoria intachable, de promedio recurrente de 10, adorada por sus profesores, había sido regañada por una señora sin ton ni son: transmutó. Pasó de ser la amable madre de familia vendiendo sonriente con otras mamás antojitos en el puesto de que nuestra escuela montó en la Kermés a convertirse en una fiera furiosa de órbitas desencajadas y voz de trueno - ¡¿Pero quién se cree esta mujer para quererte educar: a TI?! - Y fue directo sin meditar ni chistar a espantar a aquella hiena de un rugido. En ese momento me pareció desmesurado,  pero honestamente no creo que a esa mujer le haya venido mal a un sustito para que se ocupara más de sus asuntos y menos de los del prójimo. Y ahí pude ver, que aparte del infinito amor, yo era capaz de provocar muchos otras arrebatadas pasiones en mi madre.

Sacar los rugidos estremecedores para incordiar a hienas chismosas es parte de la faena, pero ser mama leona va mucho más allá. Es ser, estar, respirar, mutar por una maternidad apabullante. Es amar, total, pura e incondicionalmente. Es sacar la fuerza, el valor, el coraje para proteger a los cachorros propios y a los de la manada. No me he tocado vivirlo, pero ahora, embarazada, empiezo a entenderlo. Y añoro con todas mis fuerzas aprender a ser una leona y seguir el ejemplo de las féminas de mi familia materna.



Y en homenaje a ellas,  a mi mami y sus dos hermanas, les dejo este video, en el minuto 1:20 pueden ver claramente en un gesto de segundos, todo lo que inútilmente he intentado transmitir antes con palabras. No se puede describir, pero se ve.

martes, 15 de julio de 2014

Tu hijo

En mi biblioteca pre-mamá no podría faltar el afamadísimo libro del Dr. Benjamin Spock, Tu hijo. El Dr. Spock es conocido por su papel al revolucionar la pediatría tradicional que caracterizaba los años previos a la década de los 50´s: una educación muy disciplinada, rígida, poco flexible y  de poco contacto expresivo-cariñoso hacia los hijos. Creo que mi mamá y tías podrán confirmarlo aquí, porque ellas vivieron en carne propia esta generación de padres estrictos e hijos sumamente obedientes. Mis abuelos maternos fueron y serán siempre el pilar más sólido de tres generaciones, forjaron lazos familiares tan fuertes que aún ahora sin estar ellos físicamente con nosotros, siguen siendo la base de amor de una unidad indisoluble. No obstantes es claro que mi abuelo, a pesar de ser un abuelo completamente involucrado y sumamente cariñoso, fue un padre sumamente rígido en la educación de sus hijos: donde manda capitán no gobierna marinero era su lema y ninguno de sus hijos se atrevía a debatirlo.

Con el libro Tu Hijo el Dr. Stock rompe aquel canon y abre una puerta a una paternidad (maternidad en sus primeras ediciones, que dirigía de lleno a las señoras lectoras). La primera edición se publicó en 1946 y hasta la fecha sigue siendo éxito en ventas, traducido en 39 idiomas y actualizado y revisado para irse adaptando a los nuevos tiempos. La edición que yo compré es la edición revisada del 2000.




Para empezar, no creo que se pueda resumir en una entrada de blog un libro tan completo, es una enciclopedia del cuidado de los niños en 29 capítulos que van desde temas tan prácticos como  la alimentación, el sueño, las enfermedades, la ropa hasta temas tan polémicos como el papel de los padres en el cuidado de los hijos o la adopción.

Creo que para los padres primerizos es una lectura obligada o al menos una guía dónde dirigirse antes las primeras dudas. No hay un tema que no se aborde. Tampoco hay nada que no se pueda encontrar hoy en día en internet o en las guías de padres que dan en los centros de salud. La ventaja en este caso es que todo está incluido en una única fuente: un libro.

En relación al papel que juegan los padres en la formación del hijo, aunque en otra época debe haber sido una tesis revolucionaria, creo que en nuestros días no menciona nada que no tengamos asumido ya las nuevas generaciones: los hijos no solo deben amarse, si no también sentirse amados. Los padres no deben sentirse cohibidos ante la expresión de sus sentimientos de forma abierta y sincera. El amor y el respeto deben ser la base de la educación.

Creo que uno de los puntos que más me gustó es que en todo momento, a pesar de guiar con consejos muy estilo guía paso a paso, el Dr. Spock siempre hace hincapié en la capacidad innata de la madre, una mujer sabe de manera natural cómo cuidar a sus hijos. El libro refuerza en todo momento ese mensaje de confianza, empujando a los padres a que confíen en su juicio, en su criterio, en el instinto maternal que no se aprende en textos.

Esa apuesta por la confianza en que sabemos más de lo que nos creemos capaces como madres me parece un punto primordial para una mamá primeriza. En mi caso, nos llevó varios años de casados antes de decidir  dar el paso de ser padres y siempre en mí cabeza se asomaba la dudita aquella: ¿estaré lista? Y muchas más: ¿Somos suficiente maduros como pareja? ¿Me siento capaz de educar a un ser? ¿Este es el momento?

Una vez leí, no recuerdo ahora donde, la historia de una madre que decía que si se espera a encontrar el momento justo nunca nadie tendría hijos, porque siempre encontraremos algún aspecto que no nos convencerá del todo en nuestra vida. Si aplazamos la maternidad al momento ideal, ese momento no llegará nunca. No estoy del todo de acuerdo en lo anterior, porque yo honestamente sí creo que planificando las cosas siempre salen mejor y que cada cosa tiene un tiempo. No es lo mismo tener un hijo cuando acabas de graduarte que cuando ya tienes experiencia laboral, bagaje cultural y estabilidad económica. No es lo mismo tener un hijo a los 28 que a los 40. No es lo mismo ser una madre soltera adolescente, que una madre madura en una situación de pareja estable.

No creo que la decisión de traer un niño al mundo deba tomarse a la ligera, pero es verdad que creo que hay que tener cierto margen de flexibilidad y de confianza en nuestro instinto de mujer (esto lo he aprendido hasta ahora que estoy embarazada). ¿Cuántos millones de madres en diferentes circunstancias, sociales, culturales, históricas, han sabido criar niños felices dejándose guiar solamente por su instinto? miles y millones.

Pero el hecho de que sea precisamente una eminencia mundial en pediatría quien ensalce el instinto maternal y afirme con esa certeza que quien mejor sabrá que decisión tomar con su hijo es la propia madre,  infunde mucha confianza a la madres como yo.

Resumiendo: El libro ha sido útil, algunos capítulos más que otros y será una lectura que tendré a la mano como biblia para aquellos temas prácticos en dónde me vayan surgiendo dudas sobre la marcha. Aunque me queda muy claro que lo que más necesitará mi hijo es unos padres en estado natural, que estén ahí y que lo hagan sentir amado, deseado, importante.

Mi recomendación final, este es claramente un libro para padres primerizos y un ejemplar para guardar en la biblioteca para consultas prácticas de padres experimentados. Termino con una frase del Dr. Spock:

“Mientras más se estudian los distintos métodos de crianza más se ha llegado a la conclusión de que lo mejor para los hijos es lo que los buenos padres y las buenas madres hacen por ellos instintivamente”

martes, 8 de julio de 2014

Buscando a la comadrona

El humor inglés es duro de comprender. En su forma más negra, me puede gustar bastante. También en el sarcasmo o en la crítica social, soy fan incondicional de Borat y Bruno.  Pero debo decir que en su forma más popular y simplona, estilo Mr Bean, me indigesta. Es que sencillamente me parece imposible encontrarse jamás con las situaciones tan extremadamente lerdas caricaturizadas por gente tan torpe, mal suertuda, o tan pero tan salada (como dirían en mi pueblo) que es humanamente imposible.

Eso creía.

No obstante mi primera visita a la Comadrona de la seguridad pública me hizo una beliver: sí existen personajes del estilo Mr. Bean en la vida real, que se mezclan e interactúan con el común de los humanos día a día.

Para muchas de mis paisanas, el tema de la comadrona debe ser poco común. En México, el ginecólogo es el director de orquesta, a quien confiamos de lleno nuestro embarazo, punto final. La idea de una comadrona – partera- a mí me sonaba como a cosa de antaño, mi abuela parió con una partera y todas sus hermanas y conocidas también. Pero a partir de la generación de mi mamá, mis tías, primas y demás mujeres madres en mi entorno habían parido con un ginecólogo, con el buen  y omnipotente Señor Doitor.

En España en cambio la partera tiene un rol equitativo al ginecólogo, las mujeres confían de lleno su embarazo en estas sabias mujeres que han dedicado su vida al maravilloso arte de ayudar a concebir, gestar, nacer. De las pocas mujeres españolas que conozco o mejor dicho, de sus maridos (trabajo rodeada de hombres, los consejos me vienes de los esposos de alguien)  todos alaban la labor de las comadronas con un cariño casi familiar. Del ginecólogo se habla muy poco.

Tengo asistencia privada, por lo que me trato en una importante clínica privada de la zona alta de la ciudad y honestamente con mi ginecólogo el Rock Star Paco me he sentido siempre en confianza y muy segura. Pero tan buenas referencias tenía de estas sabias mujeres que me acerqué a mi centro de salud para conocer a mi matrona asignada.

En España el rol de la matrona es una profesión que se respeta, se asocia con mujeres que no realizan simplemente una práctica profesional en medicina, si no que acompañan muy de cerca a la mujer embarazada a lo largo de todo el camino: consejeras, psicólogas, escuchas, amigas.  Mujeres que entienden a la mujer y humanizan el embarazo.

Así que saqué cita. En esa ocasión mi Wero estaba de viaje, y me alegro, porque su tolerancia germana no hubiera dado para tanto. Así que le tocó a mi mami acompañarme a conocer, por fin, a mi matrona. Tras una larga expectación en la sala de esperas, por fin una mujer bajita, mayor, rechonchita con lentes de pasta (¡sin clichés!) abrió la puerta y rebuscando entre un montón de tarjetas mal acomodadas que llevaba entre las manos, finalmente leyó un nombre en voz alta. En la sala solo estábamos dos personas y nadie respondió al nombre. Silencio.  - Ay, no, no estas no son- Cerró la puerta tras de ella, la volvió abrir con un paquete nuevo de tarjetas rebuscadas,  por fin dijo mi nombre.

Toda la consulta fue en la misma línea: despiste tras despiste.  La mujer era amable y simpática, pero se le veía perdida en todo momento. Tecleaba en la computadora a la misma velocidad con que mi mami lo hace: usando únicamente dos dedos. Llenar mi ficha de embarazada llevó mucho tiempo. Entre las muchas preguntas, salió mi nacionalidad

-          -¿Eres mexicana? ¿Son mexicanas? - Miró a mi madre
-          -Si -  mi mamá respondió con monosílabos, señal que la mujer le estaba ya haciendo perder la paciencia
-        -Es que no parecen, porque todos los mexicanos son muy morenos y bajitos –

Yo casi suelto la carcajada, he vivido en muchos países y no era la primera vez que alguien me cuestionaba por no encajar en la caricatura de los mexicanos.

     - Pues somos totalmente mexicanas y en México somos mestizos – el tono de mi mamá ya no sonaba al de una cordial y melodiosa latina
-       - Ah pero en las película no son así –

La mujer, con cero malicia y sin darse cuenta de la magnitud de sus afirmaciones, siguió indagando en clichés escabrosos: qué si éramos muy creyentes, porque claro, todos los mexicanos somos  extremadamente católicos, etc, etc, etc. 

Finalizó por supuesto con la cereza en el pastel: -Tu esposo es alemán ¡entonces tu hijo sí que será guapo!-  Hasta se lo tomé con cariño, no había caído en la cuenta: gracias a dios que los genes germanos salvarán a mi hijo de ser un chaparro prieto.

No se lo dije, pero mi hijo tiene grandes posibilidades de ser muy moreno, y eso lo hará ser guapísimo, tiene genética a tutipleni para ser hermos@: ¡mi cabezonit@ German@ mexican@!

La hora se fue entre despistes, papeles perdidos, folios caídos. Las situaciones más ridículamente imposibles de las comedias simplonas sí suceden.  ¿Recuerdan al Dr. Kosevich que interpretaba Robbin Williams en Nueve meses? Pues era el primo hermano de esta mujer. 


Finalmente terminamos mi ficha y la matrona empezó a imprimir un tocho de papeles y más papeles. Cuando por fin leyó la primera hoja satisfecha:

-          - Bueno Raquel, ya estamos, revisa tu dirección-
-          -¿Raquel? No soy Raquel-
-          -¡Madre mía, a quien le he completado la ficha!-


Sobra decir que salí convencida de que el señor Doitor es lo mío: me quedo con mi Paco el Rock Star y me dejo de experimentos. A ver si para el siguiente embarazo me toca experimentar por fin el acompañamiento de una señora comadrona.

martes, 1 de julio de 2014

La vida secreta del niño antes de nacer


Su autor es el Dr. Thomas R. Verny, psiquiatra, escritor y profesor universitario, fundador de la Asociación norteamericana de Psicología Prenatal y Perinatal. A diferencia de lo que muchas teorías plantean, el Dr. Verny hace un análisis con base en experiencias de sus pacientes y experimentos propios o de colegas en la materia, sobre la importancia de las experiencias uterinas en el carácter del individuo.

Basándose en la idea de que el útero es el primer enfrentamiento del ser a la realidad, todos los estímulos que reciba en dicha etapa forjarán en mayor o en menor manera los primeros trazos de su carácter. De ahí la importancia de que la madre, que es la portadora de ese pequeño universo, tome en cuenta que cada uno de los mensajes que el niño recibe están pautados por sus vivencias mismas durante el embarazo: sus miedos, sus alegrías, sus preocupaciones. Esto no quiere decir que si una madre por desconocimiento o por los muchos incidentes inesperados del día a día pueda arruinar el futuro brillante de su hijo al sentir temor. No por tirarse una pelea titánica con el marido o por no cantarle canciones de cuna o cuentos a su  pancita durante el embarazo el niño va a salir un Charles Manson. No, no es así de radical y los errores del embarazo pueden corregirse.  De hecho, el Dr. Verny dedica un apartado a hablar de la importancia del nacimiento y los primeros años para guiar el carácter.


Pero la idea principal es  clara: hacer  hincapié en los muchos beneficios que puede traerle a nuestros niños el que les hagamos sentir como los seres humanos que ya son desde su estancia en nuestro vientre. Creo que embarazo es una etapa que te hace tomar una conciencia más amplia del ser, el mero hecho de pensar que mi cuerpo es capaz de alojar una vida me eriza la piel. Pensar que aunque por fuera mi aspecto es exactamente el mismo, pero dentro de mi tengo un ser que dese la semana ocho tiene ya ondas cerebrales, que a los tres meses tiene ya una actividad mental y que a partir del sexto mes tiene pautas de memoria te hace pensar que la responsabilidad de madre empieza desde el minuto uno de la concepción.







Más allá que únicamente coexistir en el útero
A lo largo del libro, con las experiencias del Dr. Verny y sus pacientes sus teorías se van reforzando para hacernos ver qué hay muy buenas razones para defender la postura de que el niño en el útero no es simplemente un ser viviente, que respira, se alimenta, crece como una planta. El niño en el útero vive, experimenta, siente. A muchos les pude parecer risible, considerando que hasta hace algunas décadas se creía que el niño no tenía conciencia ni inteligencia antes de los dos años. Pero los impresionantes testimonios del libro no dejan lugar a duda: el ser que llevas en el útero no es simplemente células multiplicándose. Es mágico.

Me impresionó mucho el caso de un pianista que creyó tener una habilidad especial al poder tocar una melodía que le atraía especialmente sin conocer la partitura y resultó ser que era precisamente esa canción la que su madre, violonchelista, había tenido que practicar durante su periodo de embarazo. No es el único caso, lo que nos hace pensar que no pueden ser un cumulo de casualidades, hay algún tipo de memoria inconsciente que arrastramos de nuestros días uterinos.

La importancia del padre
El libro también toca los beneficios para el desarrollo del niño que el Dr. Verny pudo percibir en aquellos niños donde el padre había jugado un rol relevante a lo largo del embarazo o tras el nacimiento. Las embarazadas con parejas protectoras, amorosas, verdaderos compañeros presentan estados más saludables de aceptación, felicidad, bienestar que se traslada al bebe en el útero. También se habla de las ventajas que presentan los niños cuyos padres se involucraron tras el nacimiento. Es decir, el padre no es un elemento accesorio en la vida de nuestro bebé, es, y debe ser un actor igual de relevante que la madre.

El vinculo
Creo que este es el tema que más me ha marcado del libro. Las experiencias y casos en donde se habla de la creación de ese “algo” entre la gente, esa fuerza que va más allá del mero lazo de sangre o el instinto animal. El lazo entre madres e hijo  como pilar indispensable en la formación  de un individuo, la influencia en su seguridad, su capacidad, su manera de enfrentarse a nuevos retos.  El vínculo puede o no darse entre padres e hijos, e incluso se puede dar entre individuos que influyan nuestras vidas en nuestros primeros años de vida. Pero sin duda, es en esos primeros años donde lo forjaremos y de dónde más nos beneficiaremos. Me ha parecido tan interesante que dedicaré una entrada únicamente al Vínculo.

Estando embarazada, me parece imposible creer que una mujer que sienta las sensaciones que se viven estos nueve meses pueda pensar que no hay una relación compleja entre su hijo y ella. Aunque generalizar es el peor error: la pregunta queda abierta. Mujeres: ¿Creen posible la comunicación intrauterina con sus niños? ¿O se sienten como el contenedor biológico de un ser orgánico que empezará a vivir tras el parto?

El debate está servido

lunes, 30 de junio de 2014

Padres Autodidactas

Ya una vez digerida la idea de que en pocos meses la vida de una persona estará completamente en nuestras manos, nos ha empezado a invadir aquella angustia de la incertidumbre ¿estamos a la altura? ¿Sabremos hacerlo bien? Me he vuelto una adicta en googlear temas inimaginables relacionados con la maternidad, me he inscrito a todos los foros de madres y sitios relacionados. Es impresionante la cantidad de sitios dedicados al arte de ser papás Se encuentran respuestas a todas las preguntas e incluso a las dudas más inverosímiles planteadas por las usuarias (que si pintarse las uñas en el embarazo provoca niños yunkees, que si no le pones música al bebé se queda sordo, que si levantas las manos por encima de la cabeza puedes estrangular al bebé con el cordon umbilical). Quitando la basura cibernética, al final estos sitios son un excelente punto de partida para sentirse menos perdidos. No obstante  la mayoría de estos sitios están patrocinados por marcas comerciales, lo que deja en ocasiones la duda de si lo que lees es realidad científica o verdades maquilladas por un experto lobista. A pesar de las dudas razonables, me he inscrito a la página de Todopapas, Babycenter y Pampers

Luego vienen los blogs de mamis, que son muy pero muy útiles porque te permiten ver la realidad de mujeres verdaderas. Yo creo fielmente en el aprendizaje por experiencias, siempre me ha gustado escuchar a la gente, sus historias, sus anécdotas. De las historias de familia que me contaba mi abuela, los consejos de mi abuelo, las vivencias de mis tías, primas, conocidas, las millones de horas de conversación con mi madre, de ahí he sacado muchas de mis enseñanzas de vida más valiosas.

El problema de los blogs es que cuesta encontrar aquellos en que te sientas de lleno identificada. Es un verdadero arte encontrar blogs de mamás asimiles a ti, con un ritmo de vida similar, para tomarte a rajatabla los consejos.  Gran cantidad de los blogs que encontré son de mamis mucho más radicales que yo, pero ya hablaré de eso en otra entrada.

Los foros también son útiles, aunque a veces te vas topando con entradas que te dejan la duda si son mamis reales o gente tomándonos el pelo. De momento voy siguiendo los foros de Mamás de Febrero 2015 en Babycenter 


Pero a pesar de ese mar infinito de información que se encuentra en internet, al final, no me lo creo todo: necesito la tranquilidad de conciencia que te da leer un libro “en papel”.

En mi carrera, una de las cosas que siempre he tenido claras es que la formación será siempre una inversión valiosa, sin importar en qué área te muevas o qué rol desempeñes, la capacitación constante asegura un mejor desempeño. En una empresa multinacional como en la que trabajo, la apuesta en formación, tanto interna como para nuestros colaboradores, es permanente. En nuestro mundo actual no hay tema estático: todo se innova. Y hay que saber moverse a la velocidad del entorno, eso implica invertir en educarnos.

Por eso teníamos que hacer parada oficial en alguna librería. Por logística, nuestra primera opción fue el Fnac. Desafortunadamente me fue imposible encontrar algunos autores específicos que llevaba en mente: Dolto, Montessori, Spock. No obstante encontré una sección entera puericultura, con guías de todos los tamaños y colores para todas las casuísticas posibles: niños que no comen, que no duermen, que no hablan, que hacen berrinches, que se hacen pipí en la cama o que no dejan el pañal. Todos los títulos imaginables. Supongo que como nosotros, habrá muchos padres primerizos que en la desesperación de sentirse incapaces corren al Fnac de turno a buscar ayuda desesperada en guías paso a paso para dummies. Terminamos comprando un manual con dibujitos de pinta muy simpática, escrita por un pediatra estadounidense en colaboración con un escritor: Manual de Instrucciones del bebé y un libro del profesor Thomas Verny, La vida secreta del niño antes de nacer de los pocos sin fotos ni dibujitos que encontré, que me pareció de contenido interesante: la idea de que el vínculo entre la madre y el hijo conectan en planos mentales, aún antes del nacimiento.  ¡Yo quiero tener esa conexión mágica con mi cabezincit@!



¡Ya iré compartiendoles mis avances y aprendizajes en las lecturas!