Entre
los múltiples foros de embarazo que voy visitando me he topado con futuras
mamis que comentan su miedo a tener un parto vaginal y su preocupación por
haber elegido una cesárea. Ayer mismo, una mami primeriza más compartía su decisión al haber pedido una cesárea por el miedo que le
imponía el parto vaginal.
Su post
tenía sentido, los foros son precisamente para eso ¿no? lugares donde personas
con una situación asimiles comparten opiniones, sentimientos, emociones en
común. Y más aún en un foro de embarazo donde buscamos conocer opiniones,
experiencias de otras madres, consejos en un ambiente cordial. Para eso
entramos a los foros ¿o no?
Lo
curioso es que, en estos foros de mujeres localizadas en diferentes
ubicaciones, de nacionalidades múltiples, que no se han visto jamás la cara, se
crean posiciones de jerarquía tan comunes como en los círculos sociales
regulares: las usuarias que siempre participan, las que lideran las opiniones,
las positivas, las que siempre se
quejan, la que se enojan, la que se ponen nerviosas, y por supuesto, como iban
a faltar: las bullies. Porque honestamente, el tildar con letras escarlatas en
foros de opinión a aquellos que no comparten nuestras más profundas creencias,
es bullying. Y ese ciberbullying es especialmente ácido cuando se toca un tema
tan sensible como la elección del parto.
Lo sé
porque desde los primeros meses de mi embarazo tuve bien claro cómo quería mi
parto. Me informé, leí muchísimo, revise experiencias de amigas, conocidas,
familiares. Mis propias experiencias personales que me hacen conocer mi cuerpo
y hasta dónde soy capaz de llegar. Pero, lo guardé en secreto.
Conozco
de primera mano historias de mujeres que sufrieron desgarros con recuperaciones
lentas y dolorosas, bebés con complicaciones postparto por falta de una cesárea
a tiempo, consecuencias del uso de fórceps. Hago una nota, no quiero verme como
una fatalista, sí bien que estos son casos aislados, un mínimo dentro de las
muchas historias maravillosas de partos naturales que salen bien. Pero en mi
círculo cercano el histórico de partos naturales con complicaciones es alto,
por lo que mi preocupación me llevó a informarme mucho antes de tomar mi
decisión.
Molo,
humanista, escritora, mujer alternativa había planeado el parto de su primer
hijo de forma natural. Ilusionada, primeriza, no había complicaciones, el bebé
estaba acomodado y listo para salir por el canal vaginal. Molo nunca se imaginó
que sus nervios le jugarían la peor pasada de su vida, porque al entrar en
labor de parto un pánico terrible la atacó. Entró en una crisis nerviosa
incontrolable, que ni las respiraciones ni los comentarios tranquilizantes de
las enfermeras apaciguaron, vomitando bilis y temblando de miedo la tuvieron
que sedar completamente. Al final le tuvieron que practicar una cesárea, en un
quirófano, sola y completamente dopada, no pudo experimentar el nacimiento de
su primer hijo porque estaba dormida.
Alba
planea un parto natural hospitalizado, tras casi un día de dolores de parto y
contracciones, de sufrimiento brutal tratando de traer a su niña al mundo su
médico recomendó una cesárea de emergencia porque había ya sufrimiento fetal.
Al final los dolores de parto que ya se había comido no le valieron de mucho,
porque fue intervenida de cualquier manera. El bebé tragó placenta y estuvo en
cuidados intensivos por varias semanas, y el parto de idílico tuvo poco:
preocupación, stress, lágrimas.
Gio,
mujer práctica, ingeniera informática, siempre supo que no quería parir por
allí abajo, nunca lo dudo. Así que desde el minuto uno lo habló abiertamente
con su médico. Tuvo una cesárea planeada y respetada, donde su marido la
acompañó y apoyó en todo momento, pidió a su médico música de fondo y su muñeca
nació en un ambiente de música clásica, tranquilidad y amorosa expectativa. Gio
lo recuerda siempre como el mejor momento de su vida.
Roberta
siempre ha sido un espíritu libre, vive y predica esa libertad. Desde siempre tuvo
claro que quería un parto natural, respetado y en casa. Y así lo ha hecho para
sus cuatro hijos a quienes ha traído al mundo en la intimidad de su habitación,
rodeada de sus otros hijos, su esposo y alguna comadrona acompañándola. Sin
epidural, sin correas, sin epistomia. Respirando, consagrando su cuerpo con su
mente y entregándose al milagro de la naturaleza. No ha tenido en sus cuatro
partos naturales ninguna complicación y sus niños crecen sanos y felices.
Todo
este rollo para ilustrar que cada caso es un mundo: en el parto como en la vida
real, no podemos generalizar ni hacer cacería de brujas.
Tras
evaluar mi historia familia y personal, mis traumas y experiencias clínica, mi
decisión fue muy clara, aun sabiendo que es una opción que solo se recomienda
en circunstancias necesarias, decidí tener una cesárea programada. Tener un parto vaginal me aterra por muchas
razones que no enlistaré aquí y por mucho yoga o meditación que me haya
propuesto hacer, es algo que no puedo cambiar: es un miedo que no controlo. Y
no pienso, por ninguna razón arruinar el momento más importante de mi
vida por un miedo infundado. He optado por una cesárea programada, con un
protocolo respetado. Y ansió el momento.
Viendo
las reacciones negativas de muchas mujeres en foros y blogs, comentarios
incluso agresivos contra las cesáreas, me dejé acobardar por el bullying y
guardé mi decisión en secreto, como la peste.
Pedí a mi Wero que cuando nos preguntarán que tipo de parto queríamos
simplemente nos limitáramos a contestar que no sabíamos aún. Me quería
evitar los sermones de los peligros y
riesgos de una cesárea (que ya conozco) ni
quería tener que justificar mis razones o dar explicaciones de toda la
bibliografía ya leída o los detalles de consultas y consejos hablados ya con mi
médico. No quería cátedras ni regaños sobre mi pésima decisión de poca mujer al
no querer parir como la naturaleza y Dios dictan. Y así me he pasado los meses
de mi embarazo, en la sombras de mi cesárea programada por elección.
En los
últimos meses he cambiado. La matrona de Llevadonas que nos dio el curso
teórico ayudó mucho, en una de las charlas enfatizó una premisa muy lógica pero
que a veces olvidamos: la forma de parir no nos hace ni más ni menos madres. La
maternidad es un todo, es un camino, es un proceso. El parto es un acto de
comunión con tu hijo, relevantísimo por supuesto, pero eso no dicta tu calidad
ni como fémina, ni como madre. Me encantó una de sus frases: nadie da medalla
de honor al sufrimiento. Si quieren epidural para amedrentar el dolo pídanla,
si llevan horas de trabajo de parto y el niño no salé, acepten una cesárea. Al
final de esa sesión, en un grupo de unas veinte mamás, todas (con excepción de
dos) confesaron querer epidural para calmar el dolor y estar de acuerdo en cualquier
consejo que el médico les diera para hacer ese momento lo más amable posible.
Me di cuenta entonces, que las bullies de los foros que critican a aquellas que
no osan opinar la supremacía del parto natural no clínico, no son mayoría.
Ahora
ya no me da pena aceptar mi decisión de forma abierta. De hecho me parece poco
empático el ver como algunas foreras se sienten con autoridad moral de tildar
los miedos o decisiones de otras futuras madres, siendo que ellas mismas
quieren evangelizar la idea del parto respetado. Pues eso mujeres: un parto respetado debe
basarse precisamente en el respeto, mi decisión como mujer, informada y
asesorada por mi médico, de cómo quiero vivir mi momento. Exhorto a todas las
futuras mamis a que lean, evalúen su historial médico y de familia, su embarazo,
hablen con su médico, su comadrona, su pareja. Y planeen con gusto y sin temor
esa llegada de la persona más esperada en el mundo: nuestros hijos.
El
nacimiento de un hijo es un momento tan relevante e inigualable que debe ser así,
un momento esperado, certero, sin miedos. Un momento único, excepcional, inolvidable.
Porque
el parto es nuestro, pero no en plural sino en singular. Mi parto es mío.
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