martes, 13 de enero de 2015

La letra escarlata es una C


Entre los múltiples foros de embarazo que voy visitando me he topado con futuras mamis que comentan su miedo a tener un parto vaginal y su preocupación por haber elegido una cesárea. Ayer mismo, una mami primeriza más compartía su decisión al haber pedido una cesárea por el miedo que le imponía el parto vaginal.


Su post tenía sentido, los foros son precisamente para eso ¿no? lugares donde personas con una situación asimiles comparten opiniones, sentimientos, emociones en común. Y más aún en un foro de embarazo donde buscamos conocer opiniones, experiencias de otras madres, consejos en un ambiente cordial. Para eso entramos a los foros ¿o no?

Lo curioso es que, en estos foros de mujeres localizadas en diferentes ubicaciones, de nacionalidades múltiples, que no se han visto jamás la cara, se crean posiciones de jerarquía tan comunes como en los círculos sociales regulares: las usuarias que siempre participan, las que lideran las opiniones, las  positivas, las que siempre se quejan, la que se enojan, la que se ponen nerviosas, y por supuesto, como iban a faltar: las bullies. Porque honestamente, el tildar con letras escarlatas en foros de opinión a aquellos que no comparten nuestras más profundas creencias, es bullying. Y ese ciberbullying es especialmente ácido cuando se toca un tema tan sensible como la elección del parto.

Lo sé porque desde los primeros meses de mi embarazo tuve bien claro cómo quería mi parto. Me informé, leí muchísimo, revise experiencias de amigas, conocidas, familiares. Mis propias experiencias personales que me hacen conocer mi cuerpo y hasta dónde soy capaz de llegar. Pero, lo guardé en secreto.

Conozco de primera mano historias de mujeres que sufrieron desgarros con recuperaciones lentas y dolorosas, bebés con complicaciones postparto por falta de una cesárea a tiempo, consecuencias del uso de fórceps. Hago una nota, no quiero verme como una fatalista, sí bien que estos son casos aislados, un mínimo dentro de las muchas historias maravillosas de partos naturales que salen bien. Pero en mi círculo cercano el histórico de partos naturales con complicaciones es alto, por lo que mi preocupación me llevó a informarme mucho antes de tomar mi decisión.

Molo, humanista, escritora, mujer alternativa había planeado el parto de su primer hijo de forma natural. Ilusionada, primeriza, no había complicaciones, el bebé estaba acomodado y listo para salir por el canal vaginal. Molo nunca se imaginó que sus nervios le jugarían la peor pasada de su vida, porque al entrar en labor de parto un pánico terrible la atacó. Entró en una crisis nerviosa incontrolable, que ni las respiraciones ni los comentarios tranquilizantes de las enfermeras apaciguaron, vomitando bilis y temblando de miedo la tuvieron que sedar completamente. Al final le tuvieron que practicar una cesárea, en un quirófano, sola y completamente dopada, no pudo experimentar el nacimiento de su primer hijo porque estaba dormida.

Alba planea un parto natural hospitalizado, tras casi un día de dolores de parto y contracciones, de sufrimiento brutal tratando de traer a su niña al mundo su médico recomendó una cesárea de emergencia porque había ya sufrimiento fetal. Al final los dolores de parto que ya se había comido no le valieron de mucho, porque fue intervenida de cualquier manera. El bebé tragó placenta y estuvo en cuidados intensivos por varias semanas, y el parto de idílico tuvo poco: preocupación, stress, lágrimas.

Gio, mujer práctica, ingeniera informática, siempre supo que no quería parir por allí abajo, nunca lo dudo. Así que desde el minuto uno lo habló abiertamente con su médico. Tuvo una cesárea planeada y respetada, donde su marido la acompañó y apoyó en todo momento, pidió a su médico música de fondo y su muñeca nació en un ambiente de música clásica, tranquilidad y amorosa expectativa. Gio lo recuerda siempre como el mejor momento de su vida.

Roberta siempre ha sido un espíritu libre, vive y predica esa libertad. Desde siempre tuvo claro que quería un parto natural, respetado y en casa. Y así lo ha hecho para sus cuatro hijos a quienes ha traído al mundo en la intimidad de su habitación, rodeada de sus otros hijos, su esposo y alguna comadrona acompañándola. Sin epidural, sin correas, sin epistomia. Respirando, consagrando su cuerpo con su mente y entregándose al milagro de la naturaleza. No ha tenido en sus cuatro partos naturales ninguna complicación y sus niños crecen sanos y felices.

Todo este rollo para ilustrar que cada caso es un mundo: en el parto como en la vida real, no podemos generalizar ni hacer cacería de brujas.

Tras evaluar mi historia familia y personal, mis traumas y experiencias clínica, mi decisión fue muy clara, aun sabiendo que es una opción que solo se recomienda en circunstancias necesarias, decidí tener una cesárea programada.  Tener un parto vaginal me aterra por muchas razones que no enlistaré aquí y por mucho yoga o meditación que me haya propuesto hacer, es algo que no puedo cambiar: es un miedo que no controlo. Y no pienso, por ninguna razón arruinar el momento más importante de mi vida por un miedo infundado. He optado por una cesárea programada, con un protocolo respetado.  Y ansió el momento.

Viendo las reacciones negativas de muchas mujeres en foros y blogs, comentarios incluso agresivos contra las cesáreas, me dejé acobardar por el bullying y guardé mi decisión en secreto, como la peste.  Pedí a mi Wero que cuando nos preguntarán que tipo de parto queríamos simplemente nos limitáramos a contestar que no sabíamos aún. Me quería evitar  los sermones de los peligros y riesgos de una cesárea (que ya conozco) ni  quería tener que justificar mis razones o dar explicaciones de toda la bibliografía ya leída o los detalles de consultas y consejos hablados ya con mi médico. No quería cátedras ni regaños sobre mi pésima decisión de poca mujer al no querer parir como la naturaleza y Dios dictan. Y así me he pasado los meses de mi embarazo, en la sombras de mi cesárea programada por elección.

En los últimos meses he cambiado. La matrona de Llevadonas que nos dio el curso teórico ayudó mucho, en una de las charlas enfatizó una premisa muy lógica pero que a veces olvidamos: la forma de parir no nos hace ni más ni menos madres. La maternidad es un todo, es un camino, es un proceso. El parto es un acto de comunión con tu hijo, relevantísimo por supuesto, pero eso no dicta tu calidad ni como fémina, ni como madre. Me encantó una de sus frases: nadie da medalla de honor al sufrimiento. Si quieren epidural para amedrentar el dolo pídanla, si llevan horas de trabajo de parto y el niño no salé, acepten una cesárea. Al final de esa sesión, en un grupo de unas veinte mamás, todas (con excepción de dos) confesaron querer epidural para calmar el dolor y estar de acuerdo en cualquier consejo que el médico les diera para hacer ese momento lo más amable posible. Me di cuenta entonces, que las bullies de los foros que critican a aquellas que no osan opinar la supremacía del parto natural no clínico, no son mayoría.

Ahora ya no me da pena aceptar mi decisión de forma abierta. De hecho me parece poco empático el ver como algunas foreras se sienten con autoridad moral de tildar los miedos o decisiones de otras futuras madres, siendo que ellas mismas quieren evangelizar la idea del parto respetado.  Pues eso mujeres: un parto respetado debe basarse precisamente en el respeto, mi decisión como mujer, informada y asesorada por mi médico, de cómo quiero vivir mi momento. Exhorto a todas las futuras mamis a que lean, evalúen su historial médico y de familia, su embarazo, hablen con su médico, su comadrona, su pareja. Y planeen con gusto y sin temor esa llegada de la persona más esperada en el mundo: nuestros hijos.

El nacimiento de un hijo es un momento tan relevante e inigualable que debe ser así, un momento esperado, certero, sin miedos. Un momento único, excepcional, inolvidable.

Porque el parto es nuestro, pero no en plural sino en singular. Mi parto es mío.


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